Un fraude llamado Obama




Las trae locas... A las almas de la respetable progresía, me refiero. Y no sólo a la hispánica. Hablando de ésta, el Yes, we can del candidato que la encandila le sirvió a la cadena Cuatro para su adocenador eslogan “Podemos” de la Eurocopa. Pero es sólo un ejemplo entre tantos del mismo sector sociológico y político. Respecto a la veneración foránea, el mitin de Berlín resultó emblemático aparte de una curiosa reedición, 45 años después, del discurso del “renovador” JFK (sí, el católico mujeriego que empezó la guerra de Vietnam).

Es normal: cualquier alternativa al rudo genocida Bush, a poco que parezca distinta (juvenil, de otro partido, incluso de otra raza...), invita a la más cordial bienvenida. Sobre todo si recordamos que la progresía es una corriente más bien vacua y superficial. Pero incluso los oficiales representantes de la derecha (no exenta de progres, por cierto) muestran pleitesía hacia el candidato, bien sea a través del ¿plagio?, o bien como simple excusa para su habitual acoso a Zapatero. No le recibieron igual, en cambio, las siniestras voces de la Derechona, que asociaron al senador de Illinois nada menos que con la extrema izquierda (ver 1, 2 y 3).

Todo esto son síntomas del “fenómeno Obama”, moda que en los últimos meses viene ilusionando a millones de personas tanto en el corazón del Imperio como, quizás aún más, en buena parte de sus dominios, particularmente los europeos.

Ahora bien, ¿hay para tanto? ¿Realmente el mozo en cuestión lo merece? Y, sobre todo, ¿tiene sentido que un genuino progresista del mundo actual se ilusione con él?

Lo que cabe esperar del mozo en cuestión

Aparte de rasgos propios del típico liberal estadounidense (asimilable en buen grado a un progre español), como la defensa del aborto, de las uniones del mismo sexo, cierta atención a los derechos humanos y “libertades civiles”, el énfasis en preservar la neutralidad de Internet..., lo cierto es que Obama tiene muy poco de revolucionario social y político. Por ejemplo, aunque con matices (sin duda más que los que hace Bush), es partidario de la pena de muerte. Lo es también del vergonzoso muro fronterizo antiinmigratorio entre Estados Unidos y México. Y de las peligrosas campañas de apoyo y financiación pública a organizaciones religiosas que prestan servicios humanitarios (faith-based initiatives), creadas por el todavía presidente al poco de llegar al cargo.

Pero es en sus propuestas de política exterior –el tema que de verdad interesa al resto del mundo, progresía europea incluida– donde resulta más evidente que Obama no tiene intención real de cambiar el statu quo. Aunque en países como España se ha granjeado enorme popularidad por sus palabras de paz (incluso se afirma que promoverá la total desnuclearización del planeta), de acabar con el unilateralismo estadounidense, de dialogar con todos (hasta con Siria e Irán) y, sobre todo, de poner fin a la guerra contra Irak (en relación con ésta, honra a Barack que se opusiera a ella desde el principio), cuando se conoce con más detalle el programa del candidato la impresión que se obtiene es muy otra. Veámoslo esquemáticamente:

• Sobre la salida de Irak, su propósito declarado de abandonar este país devastado para el verano de 2010 no difiere gran cosa, en el fondo, de algunas de las ideas lanzadas últimamente por el propio Genocida en Jefe. Éste, en reciente videoconferencia con el primer ministro títere, Al Maliki, ha llegado a un preacuerdo para retirar las tropas en cuanto «el ejército iraquí asuma la seguridad». Algo parecido a lo que expresó un portavoz iraquí en ocasión de la reciente visita de Obama (quien también se entrevistó con Al Maliki), cuando señaló que, si bien esperaba que la retirada pudiera ser en 2010, los planes “podrían tener que cambiar” en caso de que la violencia se recrudeciese. Condición que probablemente ligase también al hipotético presidente Obama, quien además habla de una retirada “responsable”. Por cierto, no son consideraciones humanitarias las que le mueven a querer acabar con esa ocupación, sino el hecho de considerarla una “guerra estúpida” para los intereses estadounidenses.

• Pero frente a la guerra “mala”, Obama defiende la guerra “buena”, la que el gobierno de su país lleva casi siete años ejecutando contra Afganistán. De hecho, propone el envío de nuevas tropas a este país e invita a los aliados de Estados Unidos a hacer lo mismo.

• Hace énfasis en combatir la amenaza de los “terroristas y los estados gamberros” (una terminología que nos sonaba ya...).

• Para los fines susodichos, se propone aumentar los efectivos del ejército norteamericano en más de noventa mil soldados, manteniendo su orientación de control del exterior (habla, p. ej., de “contrainsurgencia y estabilización”).

• En medio de bonitas palabras como “nueva estrategia”, “la fuerza de las ideas” y los “ideales de libertad y democracia”, recuerda el interés de su país en mantener “mercados abiertos”, con mención expresa de organizaciones como la OTAN y hablando de “centrar la atención en todos los rincones del globo”.

• De Hamás, la fuerza más votada por los palestinos, sostiene que es tan terrorista e impresentable como la considera Bush, a la vez que deja claras sus particularísimas simpatías por el estado de “Israel” (incluso con elogios al no menos terrorista Sharon).

• Pero lo más llamativo es su postura sobre Irán. En realidad, es apenas indiscernible de la que ha venido caracterizando al Genocida en Jefe estos últimos años en su acoso a esa nación todavía soberana. Aunque habla de diálogo y de que aún no se ha agotado la vía diplomática, en absoluto descarta la “solución” militar contra ese país, y en algún caso llega a citarla explícitamente. En términos muy complacientes para sus amigos sionistas, califica con insistencia a Irán como “la mayor amenaza en Oriente Próximo” (ver también). Por supuesto, todo ello sobre la base de las excusas, jamás demostradas (al contrario, según los inspectores de la ONU), de que el régimen iraní enriquece uranio para fabricar la bomba atómica.

Agréguese a esto que, aunque habla de cerrar el campo de torturas de Guantánamo (pero curiosamente no apoyó proyectos legales específicos para tal fin), y aun cuando se opuso a la legalización de la tortura (Ley de Comisiones Militares), Obama votó a favor de la versión actual de la infame Patriot Act, que restringe descaradamente los derechos humanos en Estados Unidos a los extranjeros pero también a sus ciudadanos.

En materia religiosa, aparte de lo ya expuesto arriba, el candidato se declara partidario del principio (constitucional) de separación iglesia-estado. Sin embargo no tiene reparo en defender (atención, queridos progres) que los valores religiosos deben traducirse en “términos morales que todos puedan compartir, incluidos los no creyentes”. Una expresión ambigua pero claramente peligrosa.

Un “Bush” más amable

En resumidas cuentas, Obama inserta su cacareado “cambio” en el marco de la bushiana “guerra contra el terror”. Por algo da por cierta la (inverosímil) versión oficial del 11-S, la excusa perfecta para el imperialismo aún más criminal que caracteriza a su país desde la fecha de tan extraños macroatentados.

Además, se le ve muy cercano al lobby pro “israelí”, y no hay duda de que el factor sionista sigue condicionando decisivamente la política internacional. En la medida en que depende de aquél, se verá maniatado para llevar adelante una política independiente... suponiendo que realmente deseara hacerla.

En otras palabras, Obama no será más que una continuación de Bush pero seguramente con un rostro más diplomático y menos descerebrado (aunque no está exento de errores de fondo, vale la pena leer el interesante análisis de Thierry Meyssan al respecto). Justo por ello, más engañoso.

En cualquier caso, la progresía seguirá obnubilada con el candidato. Confirmará así, además de su mediocridad intelectual, su total avenencia con el Sistema (i.e., su carácter profundamente conservador). A fin de cuentas, ¿qué les importa Irán (el pueblo iraní) a los progres (hoy ya mayormente pijoprogres, al menos si nos fijamos en sus referentes mediáticos)? Ellos siempre se caracterizaron más por el libertinaje material-hedonista que por genuinos anhelos libertarios. A la mayoría le bastará con que les dejen seguir su modo de vida, mera variante del capitalismo. Además, para abandonar a su suerte al pueblo iraní, gozan de la valiosa excusa del teocratismo del régimen de los ayatolás (nada que ver con su querido laicismo... por el que en realidad apenas luchan).

El Sistema lo tiene todo atado y bien atado. Soñar con que la renovación prometida por Obama será algo más que un fenómeno mediático es desconocer por completo los hilos que mueven este mundo mortalmente enfermo. De momento, ya es mucho que podamos dar gracias por que el totalitarismo de facto que impera en él aún no resulte brutal en todo el planeta.

Fuente: El Blog de Cordura - El País, 27 de julio de 2008